8: EDUCAR EN CASA: ¿QUIÉN VIGILA AL VIGILANTE?

 


El debate sobre si es legítimo o no -a nivel moral y/o legal- educar en casa tiene actualmente poco calado en la sociedad. En un país donde la conciliación es una quimera para muchas familias, donde las extensas jornadas de trabajo hacen que los padres y/o madres sólo conozcan a sus hijos en el estado de somnolencia de final del día o de modorra a primera hora de la mañana, no parece preocupar en exceso si algunas pocas personas deciden apartar a sus hijos de la educación convencional para optar por otros métodos de enseñanza más estrafalarios. Pero a nosotros, que seremos previsiblemente futuros docentes, sí debería importarnos esta cuestión, aunque sólo sea para reflexionar sobre las implicaciones derivadas de la misma. Este texto no pretende constituirse como un alegato a favor o en contra de educar en casa, sino como un análisis lo más imparcial posible sobre las problemáticas, los desafíos y las consideraciones morales de elegir esta opción. En primer lugar, este tipo de educación es asumible tan solo para un pequeño porcentaje de la población. ¿Qué progenitores tienen hoy en día el tiempo, los recursos económicos y el capital cultural suficientes para proporcionar a sus hijos una educación no reglada, supervisada enteramente por ellos y personalizada según las características de los educandos? La respuesta parece clara, siendo prueba de ello el carácter anecdótico que tienen estos casos en nuestro país. Por tanto, al estar tan solo al alcance de unos pocos, podría pecar de ser un método elitista y pretenciosamente snob. Además, la socialización de estos chicos con sus pares no se va a producir de la forma azarosa y arbitraria como sucede en las escuelas, donde conocen personas procedentes de entornos muy diversos, sino mediante encuentros mucho más selectivos. Esto puede, bajo mi punto de vista, entorpecer su adaptación social y privarles del conocimiento genuino de la realidad. Otra pregunta de resolución peliaguda que me asalta es: ¿cómo pueden los padres y/o madres que educan en casa evitar subordinar la enseñanza de sus hijos a sus propias expectativas? Teniendo en cuenta que la proyección de lo que los progenitores esperan de los hijos es un acontecimiento que se produce de manera inconsciente y es sumamente complicado separarlo de la crianza, resulta iluso pensar que en este caso procederán tan sólo como orientadores o educadores, dejando de lado dichas expectativas paternas. Por último, y a pesar de todas las problemáticas que se derivan de esta metodología, quisiera subrayar la importancia de proteger su legalidad. Si en el futuro este país cayese en manos de aduladores de regímenes autoritarios que utilizasen las instituciones educativas como instrumentos de introyección de ideologías nocivas, quisiera tener -disculpen- la salvaguardia de poder educar a mis hijas, hijos o hijes en mi casa o, mejor, en espacios de resistencia colectivos.

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